martes, 27 de diciembre de 2011

La foto en la pared

El viejo retrato colgaba sobre la pared blanca, no era más que una vieja fotografía de una mujer hermosa de no más de veinticinco años.
            A pesar de ser una fotografía en blanco y negro, el tiempo, los recuerdos y las lágrimas, la habían tornado en colores amarillentos. Era difícil de creer que una imagen impregnada en un papel en blanco guardara tantos secretos, tantos momentos que ni el tiempo, a pesar de sus muchos esfuerzos había logrado borrar.
            Ahora ya no importaba tanto el nombre de la joven, no tenía importancia si se llamaba Anabel, María, Ester… podían ponerle mil nombres y la foto seguía siendo la misma. Seguía conteniendo aquella mirada  tan especial que solo pertenecía a los enamorados y sin embargo su sonrisa indicaba melancolía, algo de tristeza, ahora sólo importaba quien era ella, cuál era su historia.
            Bastaba mirar aquel rostro joven e ingenuo, con sentimientos tan contradictorios para saber que guardaba dentro de sí una gran historia, una historia digna de ser contada por generaciones, una historia que nunca debía de ser olvidada, y sin embargo nadie la conocía.
            Muchos afirmaban que había sido un amor prohibido, otros tantos que había sido un amor de verano, no faltaba el escéptico que afirmaba que sólo había sido una ilusión, un amor inexistente, pero la realidad es que la historia había quedado atrapada en ese trozo de papel, tal vez a propósito para evitar ser  destruida al cambiarla por palabras y hechos inexistentes, tal vez fue un accidente  el quedarse encerrada en medio de gestos y colores contra su voluntad.
             Sin importar cuánto se esforzaran por inventar historias, o trataran de desenterrar ese misterio, nunca quedaban a la altura de la mirada, tampoco de la sonrisa, algunas eran historias maravillosas, pero nunca pertenecía al cuadro, nunca eran la historia.

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