domingo, 27 de noviembre de 2011

Sobriedad verdad

Sobriedad y verdad en tus palabras perforaban mi sonrisa, rompían mis ojos en mil pedazos y mi alma… sentía no tener alma, el sin color de tu rostro y tu espíritu de luto se la habían robado, al igual que habían robado noches de felicidad disfrazadas y sueños enmascarados.
            Mentiras dulces, con sabor a verdad me cubrían en la sombra de la noche. Un beso esquizofrénico se apoderaba de mi mente, de mi cuerpo, y tú eras simplemente un personaje que jugaba a quererme.

martes, 15 de noviembre de 2011

La fiesta

Leonora Montejano Zea

Fui a esa fiesta, ¡que gran error!
Sí, lo sé. Hubiera sido mejor colarme en aquella fiesta familiar de mi mejor amiga, pero ni modo, ya no hay nada que hacer. Sólo me queda tratar de limpiar mi cuerpo, mi mente, mis odios.
Desde el principio todo marchaba mal. Desde que me despedí de mis padres nada fue bien.
Llegué a la parada de autobuses, me dijeron que de ahí no abría problema alguno, que el camión me dejaría justo en la entrada del metro.  Dicen que si haces cosas buenas te pasan cosas buenas y enserio lo creía.
 Trataba de ser una buena persona y el destino, la vida, Dios o como quieras llamarle ahora me estaba recompensando. Un día anterior mi sueño se había hecho realidad, es mas no estaba segura de si estaba dormida o despierta, pero esa noche mi sueño paso a ser pesadilla.
Aborde el camión como me lo habían indicado, iba casi vacío  y tome un lugar, sabía que sería un recorrido largo. Una joven se subió con un bebé en brazos, y como la caballerosidad y la amabilidad abundan en el país, me levanté para cederle mi lugar (no lo hubiera hecho, tal vez todo habría sido menos mal).
Tenía la esperanza de que en algún momento de ese largo viaje, un lugar se desocupara y volver a sentarme. Pobre ilusa, mientras más avanzaba más se llenaba. En esos momentos realmente nada me importaba, sólo podía recordarlo a él, la forma en que me besó, la forma en que me miró. Simplemente seguía sin poder creerlo.
Cuando volví a la realidad observé a un señor al lado mío. Seguramente me sacaba más de una cabeza, sus músculos eran lo que más sobresalían de todo su  cuerpo aunque todavía no se si era por su volumen o por todos los tatuajes que tenía. Preferí no mirar, algo me decía que era mejor ignorar lo que había a mi alrededor.
Para ese entonces ya estaba cansada, el mar de gente dentro de ese pequeño camión estaba a punto de dislocarme la rodilla, los pies ya casi no los sentía y el calor era tan asfixiante que sólo me quedaba recordar el día anterior para sobrevivir el camino.
La gente subía, la gente bajaba, y el camión se llenaba cada vez más (en serio, no se donde cabía tanta gente) el camino empeoró. Nunca había sentido eso tan feo a pesar que me la vivía en transportes públicos. ¡Alguien me estaba tocando! Entre tanta gente no supe quien era, ante la sorpresa me quedé inmóvil. Si era quien creía que era, ¿qué podía hacer?, me espanté, ese tipo daba miedo, tenía la pinta de pertenecer a alguna pandilla o haber salido de la cárcel. Sinceramente fue frustrante no poder hacer nada, no poder defenderme por miedo a algo peor. Quería llorar, quería a mi novio con migo, quería salir de ese espantoso camino. En cuanto pude me alejé de él y trate de concentrarme en ese beso maravilloso que aún me causaba mariposas. ¿Se dan cuenta? ¡De no haberle cedido el lugar a la mujer embarazada, mi pesadilla se hubiera reducido bastante! ¿Dónde había quedado eso de si eres bueno te pasan cosas buenas?
Cuando por fin llegue al metro, esperé a que aquel tipo tatuado bajara primero y al observar que se dirigía al sentido contrario corrí hacia la taquilla del metro con la esperanza de ver ahí a mi tía.  Tardó un par de minutos en llegar, pero al verla un poco de tranquilidad volvió a mí. Ahora sólo me quedaba prepararme mentalmente para divertirme aunque fuera un poco en esa fiesta (seguro que ni un año entero me hubiese bastado para esa noche).
Llegué a la fiesta de mi prima y nada parecía mejorar. Desde la calle se escuchaba esa aberración a la cual le dicen “reggaeton”. Mi prima había asegurado que pronto cambiarían de música. Al entrar lo primero que vi fue a más de un par de parejitas “bailando”  ese ruido. Los movimientos eran un intento baratos de movimientos sensuales, yo los describiría mejor dicho como algo vulgar que sólo provocaba, sin arte, sin belleza, sin nada más que puro acto sexual.
Mi prima me presentó a sus amigos, sin embargo no parecía nadie con quien platicar. Me sentí fuera de lugar, sólo quería regresar a mi casa, estar con mi novio, huir de ahí.
No pasó mucho tiempo antes de que mis tíos se fueran de aquella fiesta, el único adulto responsable presente era la abuelita, la dueña de la casa. El humo del cigarro aumentó considerablemente al igual que el alcohol y la “comida” (papas fritas) iba disminuyendo.
Preferí salir un rato a tomar aire fresco, a tratar de cambiar de actitud, finalmente era una fiesta y estaba ahí para divertirme ¿no? ¡ haaaa....!Demonios, ¿por qué no podía estar con mi novio?, ¿por qué tenía que estar en otra ciudad? Sólo quería estar con él.
Mi primo, ya un tanto ebrio, fue el primero en notar mi incomodidad, me convenció de entrar a tratar de divertirme un rato. Le hice caso sólo para que me dejara en paz. Adentro me sentía tan sola, tan patética por no poder platicar con nadie, por no fumar, por no tomar, por no bailar esa música a la que le llaman “música electrónica” (al menos ya habían cambiado de música) pero seguía sin encontrarle al chiste de bailar eso, no había ritmo ni belleza, solo movimientos absurdos y tontos al aire. Mi primo quien estaba cada vez más ebrio intentó que bailara, que me divirtiera.
Horas después (o así lo sentí) por fin pusieron algo para bailar, uno de los amigos de mi prima me sacó a bailar, pensaba que al fin empezaría lo divertido, y que el haber sufrido el camino valdría por lo menos un poco.  Seguramente alguien allá arriba estaba de mal humor. El gusto de medio bailar algo duró alrededor de cinco canciones, después de eso la mayoría de los invitados se fueron debido a la hora y el rumbo.
¡Maldición! Volvieron a poner reaggeton. Juraba que estaba a punto de quedarme sorda (tal vez hubiese sido lo mejor).
Intenté unirme a alguna plática, pero parecía que todas eran conversaciones privadas, así que mejor intenté dormir un poco sobre el sofá que estaba libre, pero con tanto ruido, tantos gritos y tanto humo asfixiante no pude. No importa, de todos modos preferí hacerme la dormida por un rato más antes de volver a estar con ellos. Coloqué la cobija que mi madre me había mandado sobre mi cabeza para cubrirme de la luz y que no vieran que estaba despierta. Mientras esto ocurría escuché lo que decían y hacían, así si ocurría algo ya estaría preparada para reaccionar y no me congelaría como en el camión. Hubo un comentario que en especial me alertó:
-          Me voy a ir a acostar con tu prima-
-          Ya wey, se que te enamoraste de ella, seguro si haces eso te manda a la verga-

(¿Por qué a mí? Cada segundo que pasaba extrañaba más y más a mi novio. Su recuerdo ya no era suficiente, pero tengo que decir que gracias a eso pude sobrevivir. Por suerte no pasó nada. Intenté dormir sintiendo sus besos una vez más, sintiendo sus manos recorrer mi cara, mi cuello, explorando mis manos como si no las conociera. ¡Estaba funcionando! ¡Podría dormir un rato!....
-          ha, haa, haa
-          haaaa, haa, haaaa
¡No podía ser!.. Abrí discretamente los ojos para comprobar que no era a lo que sonaba. ¡Tonta de mi!, no hubiera visto... no hubiera visto a un tipo con los pantalones caídos y a la chica con las piernas abiertas. En definitiva quería salir corriendo de ahí, pero no sabía como. Al parecer la amiga fue la que me salvó de presenciar un acto vulgar entre dos desconocidos.
--¡Ya wey, no se te ocurra mamar aquí, me quiero dormir!--
--¿Es en serio wey?—
--Sí wey, vete al baño a coger—
            En cuanto se fueron, salí corriendo. No necesitaba pensarlo dos veces para aceptar que era mejor mantenerse alejada de los sillones, del baño y de los lugares donde no hubiera luz. En definitiva me sentía atrapada. Ahora si quería llorar, quería marcarle a mi novio desesperadamente para que me tranquilizara un poco, pero para mi desgracia su celular se había descompuesto. En su lugar le marqué a uno de mis mejores amigos el cual me mantuvo fuera de ese mundo como  por cinco minutos. Mi segundo plan fue  marcarle a un viejo amigo con el cual se había roto el lazo por causa de una gran pelea, sin embargo siempre que lo necesitaba estaba ahí. Él me sacó de ese mundo como por 8 minutos, al menos iba mejorando en tiempo.
            Desafortunadamente el único lugar donde se podía escuchar el celular era afuera, vista hacia el baño, me tocó ver cómo “parejas” que se acababan de conocer entraban al baño, apagaban la luz... salían “discretamente”. Las chicas se iban con sus amigas a contar el chisme, igual los hombres o mejor dicho a presumir que se habían acostado con un completo desconocido.
                        A ese nivel en serio, no tenia ni la más mínima idea de por que estaba ahí, que estaba haciendo yo ahí aparte de traumarme. Intentaba entender cómo alguien se podía meter de ese modo con un completo desconocido, alguien que conocían de hace cuatro horas, ¿tanta necesidad tenían?, ¿su autoestima estaba tan abajo que necesitaban llegar al acto sexual para sentirse queridos por alguien?, ¿por qué la aberración de destruir un acto tan íntimo, tan especial con algo asqueroso y vulgar?
            A estas horas de la noche estaba completamente sola, no había hacia donde mirar: borrachos, marihuanos, sexo, ¿ese era mi infierno? ¿En serio había hecho algo tan malo para merecer estar ahí?
 Intenté acercarme a mi prima para poder platicar con alguien, pero estaba más interesada en saber que tan bien lo hacía el “wey” con el que se había metido su amiga. De mi primo ni decir, estaba tirado más que ebrio en el piso acompañado de otros sujetos más casi empapados de su propio vómito.
Pensé que las cosas no podían empeorar. En la calle se escuchó el ruido de un cristal roto, seguido de ruidos que parecían ser cohetes a los oídos de un niño. Eran balazos los que interrumpían el silencio de la calle. Dos sujetos habían destrozado un taxi con ayuda de  pistolas.
En cuanto tuve la oportunidad me adueñe de la computadora que estaba ahí, con la esperanza de que hubiera alguien conectado. Escucharon mis plegarias, porque el único que quedaba era un viejo amigo de la preparatoria con el cual ya llevaba algún tiempo sin platicar. Me acompañó como a eso de las cuatro o cinco de la madrugada.
Supongo que tanto ejercicio los cansó, por que cuando me desconecte la mayoría estaban dormidos o tan ebrios que no podían ni levantarse.
Confiada en que por fin podría dormir un rato, me acosté nuevamente en el sillón, esta vez sin mi cobija porque una chica la estaba utilizando.
Parecía como si el cerrar los ojos se hubiera vuelto una maldición. En cuanto me “acomode” lista para dormir, el rechinido del sillón de a lado me despertó, seguido de gemidos que parecían que me atravesaban la piel. Las nauseas llegaron a mi. Esta vez mi salvador fue el novio de mi prima, quien antes de ese momento había estado tirado gran parte del tiempo en el piso.
--Wey, no es mal pedo, pero su abuelita está del otro lado y si los ve así, se les va a armar--
Parecieron no escucharlo, porque el rechinido y los gemidos continuaron.
--Wey o le bajas de huevo o le bajas, mi vieja esta del otro lado, así que por respeto a ella deja de fornicar aquí—
-Ya tranquilo wey,  no pasa nada, aquí muere—
--Mas te vale cabrón, por que si quieres pedos aquí estoy, ¿o te faltan huevos?--
-- Ya pendejo, te dije que aquí muere—
 Instantes después me levante para refrescarme la cara. No pude, tan solo la idea de entrar al baño me dio asco. Al menos pude platicar un poco con el novio de mi prima.
--¿Qué pasó, no puedes dormir?—
--No—
--¿Por qué?—
--Mis vecinos de sillón no son muy silenciosos que digamos—
--¿También escuchaste todo?— Sólo asentí con la cabeza y él movió la suya en forma de negación.
Después de eso, mi prima insistió en que durmiera un poco, pero mi trauma con los ojos cerrados no desaparecía.  Tardé fácil como media hora en cerciorarme de que si cerraba los ojos, no volvería a escuchar ese ruido vulgar que llevaba persiguiéndome toda la noche.
No sé cuanto tiempo tuve de paz y de tranquilidad. Me pareció que fueron unos pocos segundos que pude cerrar los ojos y visualizar mentalmente una vez más ese primer beso.
Abrí los ojos para reacomodarme en aquel pequeño e incomodo sillón, y vi lo mismo que había estado ocurriendo toda la noche. Dos cuerpos entrelazados, la cobija, MI COBIJA moviéndose al ritmo de los gemidos. En efecto, cerrar los ojos o abrirlos tenía una maldición en mí.
Poco tiempo después todos fueron despertando, la mayoría tenía una cruda impresionante. Niños idiotas que no sabían ni como bajarse una cruda. Preocupada por mi primo  le aconseje que se tomara un sorbo de cerveza para que se sintiera mejor. Las burlas no tardaron en aparecer. Estaba tan harta de esos niños precoses, calenturientos, IDIOTAS que no me molestaron sus burlas en absoluto, yo sólo quería regresar a mi casa y tratar de olvidar esa pesadilla.
Presione a mi primo para que nos fuéramos, ya no aguantaba ni un segundo más a lado de esos tipos y menos de las chicas. Mi prima por ser la anfitriona se quedó en la casa para limpiar el desastre acumulado durante la noche.
 Mi primo emocionado por su primera borrachera, espero a sus nuevos amigos para  regresar. No hacían más que platicar de las estupideces que habían hecho. Gracias a que la tecnología inventó los reproductores de música portátiles y los audífonos, escuché canciones que me hicieran pensar en cosas lindas, cosas de la vida que siempre me hacían sonreír en vez de su plática tan absurda e irritante.
Cambié los planes. No fui a casa de mi tía. Me quedé en la parada del camión que me llevaba hasta mi casa, quería estar sola, estaba enfadada con mis primos, no quería volver a ver a sus amigos nunca más, no era odio lo que sentía hacia ellos, era más bien asco.
Espere al camión sola, quería llorar una vez más. A pesar de no haber hecho nada me sentía sucia, una mugre que no sabía como quitar, imágenes asquerosas no dejaban de cruzar por mi mente.
Abordé el camión y me senté, no pensaba pararme, no quería que me volvieran a tocar, quería dormir un poco. Cerré los ojos para descansar, pero la pornografía de la noche anterior seguía retumbando en mi mente, mis canciones favoritas se volvieron en gemidos morbosos. Me sentía como una pequeña niña a la que le acababan de decir que Santa Claus no existía. Sentía que esa noche me habían arrebatado algo, no sabía que pero la sensación de la falta de algo no desaparecía.
             No llegué a mi casa directamente, no podía, no quería ensuciarla, así que le marqué a mi mamá para que me acompañara a desayunar. Le conté todo lo que había pasado, todas las cosas que quería borrar de mi mente y no podía, y sin embargo no pude llorar.
            Llegué a mi casa y vi a mi padre en su estudio como siempre, lo saludé como todos los días intentando poner mi mejor cara para que no notara que me habían arrebatado algo, pero no me pude contener.
--¿Cómo te fue princesa?—
Su pregunta, su mirada llena de amor o su dulzura me hicieron estallar en llanto, abrasé a mi mamá, quien respondió por mí.
--La fiesta estuvo llena de puros borrachos tirados y haciendo cosas de borrachos—
Me dijeron que me fuera  a bañar. Hice caso. Dejé que el agua corriera por mi piel, pero las gotas me recordaban al sudor de los cuerpos desconocidos entrelazados, el ruido del agua cayendo un gemido interminable... tallé mi cuerpo con tanta fuerza que poco faltó para sacarme sangre, no me importaba, sólo quería quitarme la suciedad de mi cuerpo. Las imágenes de aquella noche bastaron para que me sintiera sucia de semen.
Cuando salí, me puse un vestido, me arregle un poco. Prendí la tele en el canal de los niños y por fin pude dormir un rato.